El Holocausto (del griego, holo: ‘total’ y kaio: ‘quemar’) europeo y contemporáneo del siglo XX fue llevado a cabo por Adolf Hitler que, junto a una serie de secuaces que le secundaron en la idea de arrasar Europa, inició la mayor matanza de seres humanos que haya conocido la historia de la humanidad jamás.

   Hitler, En su obra "Mein Kampf" (mi lucha), escribe unas líneas inquietantes y terribles que serán una profecía de lo que ocurrirá cuando llegue a ser elegido Primer Ministro: "los alemanes tienen el derecho moral de adquirir territorios ajenos gracias a los cuales se espera atender al crecimiento de la población". De esta manera su idea era la de invadir toda Europa poniendo especial interés en los países del este para aniquilar aquellas razas consideradas inferiores y colonizar los territorios conquistados con nuevas y jóvenes familias alemanas que expandiesen la raza aria a lo largo y ancho de toda Europa. 

   En 1.933 Hitler llega a la jefatura de Alemania y en ese mismo año construye y abre el primer campo de concentración de la era nazi: Dachau, a unos 12 kilómetros de Munich. Aunque levantado en un primer momento para recluir a enemigos políticos del régimen sirvió posteriormente para recluir a otros peligros potenciales de la ideología hitleriana como Testigos de Jehová, sacerdotes o prisioneros de guerra.

   Sin salirnos de la cronología de 1.933, el gobierno nazi traza las líneas del exterminio total empezando por la exclusión de los no arios y en especial a los judíos de la vida gubernativa, social y económica de Alemania. Los no arios quedan inmediatamente despedidos de los puestos oficiales y administrativos públicos, se marcan o simplemente se destruyen comercios y negocios dirigidos por judíos y se prohíbe la entrada a los no arios a sitios públicos como bibliotecas, centros médicos, etc..

   No cabe duda que el Holocausto a comenzado. Posteriormente y con la anexión forzada de Austria a Alemania los campos de concentración se extienden sin cesar; a medida que una Alemania sedienta de sangre invade y arrasa los demás países europeos su maquinaria de la muerte crece sin límites y aumenta el grado de represión. El perfecto organigrama nazi se lleva a cabo sin dudar empezando por el asesinato de centenares de miles de disminuidos físicos y psíquicos, siguiendo por la aniquilación de judíos, gitanos, católicos, testigos de Jehová, etc.. y terminando por prisioneros de guerra y aquellas razas consideradas inferiores como rusos, polacos, etc.. Véase que Hitler ya incluye directamente como razas inferiores a países enteros por lo que da a entender que la idea era la de aniquilar a centenares de millones de seres humanos.

   La denominación de campos de concentración pasa a ser de campos de exterminio; las víctimas ya no se contabilizan en miles sino en decenas o centenares de miles; se crean infraestructuras específicas para matar de forma metódica y rápida; las estaciones de tren de los campos de exterminio son decoradas como si fuesen reales para evitar que las víctimas sospechen su inminente muerte, las cámaras de gas disfrazadas de duchas y los hornos incineradores pensados matemáticamente para albergar los cuerpos de 3 personas; las ropas y efectos personales de las víctimas son clasificados; el dinero robado y el oro hasta de las piezas dentales arrancados para engrosar las arcas de la Alemania nazi. 

   Por supuesto y en aras de fortalecer a las empresas fieles a una Alemania nazificada totalmente existía la clasificación de los prisioneros; nada mas llegar a las estaciones de tren de los campos un equipo médico apartaba a aquellas personas que pudieran servir para experimentos como conejos de indias (gemelos, embarazadas, personas con características especiales o llamativas, etc..), después unos soldados de la S.S. seleccionaban a aquellos hombres fuertes o aptos para el trabajo y a mujeres que sirviesen para funciones internas como sirvientas o lavanderas personales pero el resto, hombres enfermos o débiles, mujeres, niños y ancianos eran llevados a una zona apartada del campo en donde tras ser convencidos de que serán limpiados y despiojados pasarán a trabajar pero nada más lejos de la realidad: Una vez desprovistos de sus ropas pasarán a las cámaras de gas en donde son asesinados e incinerados para ser transformados en pastillas de jabón, pantallas de lámparas y multitud de objetos de los que los nazis presumían poseer. Unas veces ignoraban la muerte pero otras y reunidos en estrechos pasillos y oyendo los gritos de los que morían en ese momento trataban de revolverse en un desesperado pero inútil intento por sobrevivir; no hay escapatoria, la muerte es inmediata. Todo estaba preparado para la aniquilación de Europa y posiblemente del mundo entero después.

   La crudeza de los testimonios ofrecidos por los sobrevivientes de los campos dan idea de lo que realmente ocurrió en ese lapso de tiempo en que parece ser que Dios miró a otro lado durante 12 años. Las únicas palabras posibles que recorren cada segundo, cada hora, cada día de esos largos e interminables 12 años es la de terror y muerte; ni un ápice de piedad parece surgir de los verdugos que en su mayoría y tras acabar la Segunda Guerra Mundial supieron arrancarse rápidamente sus negros uniformes coronados con las calaveras y transformarse en inocentes ciudadanos de una derrotada Alemania; unos recogieron las pertenencias robadas a las víctimas de los campos de exterminio y huyeron a otros países como Argentina que los acogió en su seno para vivir como honorables empresarios o rentistas y otros llegaron a sus casas, abrazaron a sus esposas e hijos y limpiaron su conciencia con frases como "yo no sabía eso" o "lo han hecho otros" y de esa manera ocultar la vergüenza de haber colaborado de buen grado en que el nombre de Alemania se escribiese en los libros de historia unido al del Holocausto.

   Por todo lo anterior falta una muy larga lista de asesinos que deberían de haberse sentado en el banquillo de Nuremberg, esos que empujaban a prisioneros de Mauthausen para que se despeñasen, esos que apaleaban prisioneros desnudos en mitad de la nieve para que muriesen de frío, esos que ahorcaban a niños estirándoles de las piernas para matarlos antes, esos que introducían a prisioneros vivos en los hornos para abrasarlos, esos que arrasaban poblaciones enteras, esos, esos, esos, esos, son demasiados "esos" pero por supuesto y sin duda alguna los que más faltan son aquellos países y/o religiones como la católica que al enterarse de lo que estaba ocurriendo en la Alemania de Hitler prefirieron ignorarlo. Aún quedan por pedir perdón primero y pagar después aquellos bancos alemanes que se quedaron con las cuentas de los judíos asesinados y empresas que utilizaron mano de obra esclava para potenciar su economía durante el nazismo; esas que hoy dan la imagen de modélicas como las automovilísticas VOLKSWAGEN, BMW o FORD, las tecnológicas como AGFA o SIEMENS, las metalúrgicas como KRUPP o la farmacéutica BAYER; todas ellas deberían reconocer que se enriquecieron con la esclavitud del siglo XX, pedir perdón a la humanidad y después pagar con intereses el dinero ahorrado usando la más vergonzosa de las bajezas humanas: La esclavitud y la muerte.

   Hoy en día, en el siglo XXI, la historia nos ha preparado para que el mundo civilizado no pueda sufrir otro genocidio igual y ha creado una sociedad concienciada y vacunada en lo que ocurrió pero indudablemente cierra los ojos a otros genocidios que existen pero que no amenazan a nuestra cultura; nos alarmamos de que más de 6 millones de seres humanos murieron salvajemente pero preferimos ignorar a los centenares de millones de seres humanos que pasan necesidad, a los miles de niños que diariamente mueren de hambre, a esos países presos de su incultura que les impide crecer pero no nos alarmemos, esos millones de seres humanos no están en campos de exterminio y no crean alarma social por lo que podemos dejarlos morir en paz y no nos interesa buscar a quienes se encargan de que sigan ignorantes y presos de su incultura porque entonces NOS ENCONTRARÍAMOS A NOSOTROS MISMOS. 

   El otro Holocausto, el de verdad, empezó mucho tiempo atrás.